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Los vestigios más antiguos de ocupación humana
en el municipio de Gallocanta corresponden a la época
del Bronce Antiguo, con elementos cerámicos
y de sílex. De épocas posteriores se pueden
reseñar los restos celtíberos
de muros de grandes piedras hallados dentro del casco
urbano, en la misma zona que en años medievales
ocuparía el castillo.
Por lo demás, apenas existen datos del devenir
de estas tierras hasta su conquista por Alfonso
I el Batallador, hacia 1120. A partir de esa
fecha pasaron a formar parte del señorío
de Daroca. Durante más de cien años
Gallocanta fue considerada como un mero barrio de Daroca,
hasta que en 1248 Jaime I concedió
un privilegio por el que se constituyó la Comunidad
de Aldeas de Daroca. Dentro de la Comunidad
de Aldeas, Gallocanta dio nombre a uno de sus distritos
administrativos, que englobaba todas las aldeas de la
comunidad ubicadas en la cuenca de la laguna, salvo
Tornos, y algunas más a ambos lados del río
Jiloca.
La primera vez que se cita en un documento el nombre
de Gallocanta es en 1205, cuando el obispo de Zaragoza,
Raimundo de Castrocol, asignó a las iglesias
de Daroca las rentas y diezmos de gran parte de las
aldeas que dependían de ella.
Al estar en primera línea fronteriza, la zona
de la laguna desempeñó un papel relevante
durante la Edad Media en las guerras
que enfrentaron a Aragón y a Castilla.
El castillo de Gallocanta, mantenido a expensas
de los propios aldeanos, estaba ubicado en un altozano
dentro del pueblo y con muy buena visibilidad desde
casi toda la cuenca de la laguna. Hoy en día
no quedan casi restos del mismo, ya que fue desmantelado
y su piedra reutilizada en otras edificaciones. Se pueden
ver algunos de sus sillares en construcciones próximas
a su ubicación original y en los muros de la
iglesia.
La primitiva aldea, que contaba con un molino documentado
desde antes de 1333, se extendería por los alrededores
del castillo, barrio que hoy se denomina de San
Andrés y donde se ubicaba el cementerio,
que tendría una iglesia aneja. El casco urbano
se fue extendiendo hacia el oeste, por la calle
de San Pedro, de tal forma que se llega a urbanizar
la zona entre el castillo y la actual iglesia parroquial,
construida en el siglo XVIII al lado de un pequeño
cementerio. Así, el centro neurálgico
de la localidad pasa a ser la zona de la plaza,
donde se ubicaban la mayoría de los servicios
públicos, la herrería, el edificio del
concejo y las escuelas. La Calle Mayor,
por donde discurre la carretera que atraviesa el pueblo,
fue, con posterioridad, la arteria principal que articulaba
el urbanismo de la localidad. La última zona
de crecimiento del casco urbano tradicional de Gallocanta
sería la parte construida al norte de la Calle
Mayor, cuyo mayor exponente sería el barrio
del Rabal o Arrabal.
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